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Testimonios

​¡Las Diosas descienden del Olimpo y pasan por Macma!

Andrea Coria

Analía Boccasini

Entrá y mirá el testimonio de Analía:       https://www.facebook.com/MacmaOficial/videos/2576139942479639/

Cristina Zubeldia

Ciertamente no es fácil no tener fantasías de todo tipo antes de someternos a las quimios, sobradas muestras de filmografía y literatura, comentarios por doquier pueden alimentar los propios miedos y expectativas.

En mi caso me preparé hacendosamente para convivir de la mejor manera con este proceso y los resultados fueron buenos.

Mi dr. Claudio siempre me dijo que como entrara a la quimio o a cualquier procedimiento iba a salir y sus palabras para mi fueron como un credo "respira, siempre respira y escucha cada inhalación y exhalación". Era mi responsabilidad cuidar mi interior para reflejarlo en mi cuerpo.

Yo opte por el portacath, quería preservar mi único brazo hábil para recibir pinchazos y tener mis manos libres, bromeábamos que tenia una conexión wifi gratuita.

Así fue como llegué a mi primera quimio, ademas de estar rodeada de mucho amor, un motor fabuloso que no deja de brindarme fuerza desde el momento que recibí el diagnóstico, estuve acompañada por mis hijos que se iban haciendo postas para estar, y el super equipo, un poco más mundano, que había elegido cuidadosamente: mis auriculares, mi tablet con mi música de relajación, mis zapatillitas que me daban comodidad para estar esas horas compradas en el barrio chino con bordados dorados, mis libros de mandalas y mis fibras.

Esta rutina la repetí durante las dieciséis citas. Entré con mi mejor sonrisa, a veces un poco forzada, y escuchando mi respiración.

De los efectos secundarios tan temidos si apareció la perdida de energía, para lo cual había que escuchar al cuerpo y descansar al ritmo requerido. La perdida de cabello después de la segunda quimio no fue un tema que me preocupara, decidimos con mi hija que era un renacimiento, y así lo tomo.

Determinar que es un tiempo para empezar a respetarnos, para mimarnos, ser gentiles con nosotros y priorizarnos como tal vez, o seguramente, nunca lo habíamos hecho.

Julieta Gomez

El año 2011 me encontraba con 32 años, casada, con 3 hijos. Candela tenía 9 años, Nazarena 5 y Manuel apenas 6 meses. Todo era plenitud y felicidad. Nada, absolutamente nada, hacía sospechar que mi vida cambiaría radicalmente y que estaba a punto de comenzar el camino más difícil que podía transitar.

Comenzaré por el principio. Tal como mencioné antes corría el año 2011, Enero. Un día como cualquier otro estaba amamantando a mi hijo y me palpo un bulto en mi mama derecha. Era bastante grande, como del tamaño de un kiwi. Mi sorpresa fue inmediata y debo decir que desde ese momento supe que algo andaba mal.

Al regreso de mis vacaciones hice la consulta con mi ginecólogo, quien me mandó a realizar una mamografía y una ecografía mamaria. Poco tiempo después volví con los resultados. Inmediatamente me derivó al mastólogo. Su cara lo dijo todo.

Saqué turno con el especialista quien después de ver el resultado de las imágenes y de revisarme me indicó realizar una punción. Allí fui. Después de burocracia y esperas de todo tipo, el 18 de abril tuve mi diagnóstico: Carcinoma Ductal Invasivo Infiltrante. Sentí que el cielo se me caía encima, que el mundo se desmoronaba por completo. Quedé completamente en shock. Lo primero que pensé era que me moría.

A la mañana siguiente todo se vio diferente. Decidí que el cáncer no iba a terminar con mi vida. Decidí luchar, por mí y por mis hijos. Ese fue el primer día del resto de mi vida.

Le siguió la visita al oncólogo, mi queridísimo Doctor Daniel Maldonado. Me explicó como sería el tratamiento y me mandó otra batería de estudios. Me encontré con un diccionario de palabras que jamás creí manejar.

En Mayo comencé con mi primera sesión de quimioterapia. Fue en el momento que me topé con MACMA. Una compañera de trabajo me contó a qué se dedicaban y cuánto me podían ayudar en este proceso. No la escuché. Pero llegó el día de la primera aplicación y todo se llenó de angustia y miedo, y entonces llamé. Me hicieron la entrevista de admisión y una semana después formaba parte del grupo de mujeres jóvenes. Allí conocí a dos ángeles, Patricia y Mónica, mis coordinadoras de grupo, y a un puñado de guerreras incansables que estaban atravesando por la misma enfermedad.

Tomé la decisión de trabajar en cada una de las áreas de mi ser. Comencé a hacer Reiki, con otro ángel que este bendito cáncer me puso en el camino, mi querida Rita. Ella también me enseñó a meditar y me hizo conocer las propiedades de las Flores de Bach, lugares que he transitado con éxito. Fui cada semana, junto a mi papá, a ver al Padre Abraham, un cura carismático y sanador que está en Avellaneda. Cada vez que cruzaba por la puerta de esa iglesia una paz absoluta e infinita me invadía el cuerpo, el espíritu, el alma entera. Y por último comencé terapia, algo que venía posponiendo desde hacía años.

Iniciado el tratamiento vinieron los efectos de la quimio. Se me cayó el pelo. Recuerdo que jugué a la peluquería con mi hija Nazarena. Fue ella quien me pasó la máquina por la cabeza cuando me quedé con el primer mechón en la mano. Lo recuerdo como si fuera hoy. Pero el pelo, aunque estaba muy corto se seguía cayendo. Y una tarde, cuando hacía la tarea junto a mi hija mayor, me doy cuenta que su cuaderno estaba lleno de pelitos de apenas un centímetro. Sacudí su cuaderno. A la mañana siguiente, en la soledad de mi casa volví a pasarme la cortadora de cabello, pera esta vez a 0. Levantar la cabeza y mirarme en el espejo me dejó sin aire. Y lloré. Lloré y lloré, me enojé, grité, maldecí a Dios y a todos los santos. ¡¡¡Tenía 32 años!!! ¿Por qué yo tenía que estar pasando por todo eso? Pero me levanté, me sequé las lágrimas y seguí adelante. Tenía tres excusas maravillosas para no bajar los brazos.

A pesar de lo dramático e intenso que pudo ser ese momento, el más doloroso que me tocó transitar fue cuando luego de recibir el diagnóstico, con el resultado de la biopsia en las manos del mastólogo, me dijo muy suelto de cuerpo que iba a cortarme la lactancia, que ya no podía seguir dándole la teta a mi hijo. Sentí un puñal en el medio de mi pecho. Me prescribió una pastilla que debía tomar esa misma noche, y fue esa misma noche que Manuel comenzó a tomar la mamadera. Nunca se quejó, nunca se opuso al cambio, como si de alguna manera supiera lo que estaba pasando, y apenas tenía 10 meses. Al día siguiente tuve que sacarme yo misma la leche. Me duché, dejé correr el agua caliente por mis pechos, lo que hizo que los conductos se dilataran, y con el bendito sacaleche vacié mis mamas. Y lloré. Lloré con cada frasco de leche que derramé en esa bañera.

Ya con el tratamiento en marcha dejé la autocompasión. Decidí dejar de preguntarme “por qué”, respuesta que nunca iba a encontrar, y comencé a preguntarme “para qué”. Allí inició mi proceso de transformación. Me reencontré con mi ser espiritual, con mi ser interior, con mis deseos más profundos. Un viaje de ida a mi propio centro.

Pasaron las quimios, cuatro de las fuertes cada 21 días (las que pasaron por esto saben a que me refiero) y 12 semanales de las suaves. En este proceso pasé por la impotencia de no poder disponer de mi cuerpo, de mi tiempo, de mi vida, de visitar a médico tras médico, estudios miles, incontables análisis de sangre. Mi vida transcurría entre consultorios y el hospital de día de la clínica. Mis hijos eran mi salvavidas. Su vida y sus actividades, mi recreo.

Llegó el momento de la cirugía. Vuelvo a visitar al mastólogo para recibir las indicaciones. Él me comenta que había estado hablando con mi oncólogo y que habían llegado a la conclusión que lo mejor era hacer una mastectomía. El mundo se volvió a derrumbar sobre mí. ¡¡Era demasiado joven para que me sacaran una teta!! Y lo cuestioné, y me enojé con él, y otra vez apareció el “por qué a mi”. Salí del consultorio y lloré. Y otra vez apareció la bronca, la furia. Y otra vez entendí qué tenía que hacer para mantenerme a salvo. Y acepté. Acepté con la plena convicción de que era lo mejor.

Llegó el día de la cirugía, el 20 de Diciembre. Mastectomía y primera etapa de la reconstrucción. Dos en una. Allí me encontré con otros desafíos. El espejo, la imagen incompleta, mi costado femenino completamente dañado, mi erotismo sepultado.

Le siguieron dos cirugías más y la reconstrucción estaba completa.

Para fines del 2012 el camino estaba recorrido. Me amigué con mi cuerpo. Acepté mi imagen y comencé de nuevo.

Hoy me encuentro con 38 años, siendo parte de Macma, coordinando el grupo de mujeres jóvenes y devolviendo algo de lo mucho que me dieron. Completamente agradecida a mi enfermedad porque me dio mucho más de lo que me quitó. Agradecida a mi familia, a mis amigos, a los que se sumaron mientras recorría este difícil camino, y a los que se fueron también. Todos ellos me dieron lo mejor de sí.  Plenamente orgullosa de mi proceso, de haber transformado el momento más difícil de mi vida en mi punto de partida.

Patricia Vanrell Suau

Cuando en el año 2005 me diagnosticaron cáncer de mama, pensé que era el fin de mis días, de mi vida, que no iba a ver crecer a mis hijos, que no vería nunca más a mis seres queridos, en fin esperar a la muerte.

En ese momento, estaba viviendo una situación familiar y de pareja un delicada; muchos problemas para afrontar y dos hijos pequeños que necesitaban de su mamá sana para criarlos.

Fue una situación muy difícil y angustiante aceptar una mastectomía a los 36 años, pero las palabras del médico aún las recuerdo: “Patricia tengo que realizarte una mastectomía porque sino en unos meses podés llegar a hacer una metástasis. Sos joven y no voy a arriesgarme a que eso ocurra. Y así fue. Luego le siguió el tratamiento de quimioterapia y el tamoxifeno por cinco años.

Al momento del diagnóstico hubo gente que se alejó, la menos; pero fue mucho más valiosa la que se incorporó a mi vida.

El llegar a Macma fue parte de mi tratamiento y recuperación. Todo se me hizo más liviano. Gracias a la contención que recibí de mujeres maravillosas que habían pasado por la misma enfermedad y que seguían con la misma entereza que te da el haber transitado por un diagnóstico tan cruel. En los grupos de autoayuda aprendí de la necesidad de estar informada, que la palabra cáncer puede despertar sentimientos intensos; miedo, enojo, frustraciones, tristeza, respuestas que no llegan, estudios difíciles de comprender…..por eso, aún hoy sigo formando parte de esta gran institución que tanto me dió; coordino un grupo de mujeres jóvenes y trato de transmitirles toda mi experiencia para que ellas puedan superarlo  de la mejor manera posible, es una forma de devolver a MACMA lo que MACMA hizo por mí hace tantos años.

Y hoy, después de recorrer un camino libre de enfermedad pienso y estoy convencida que dónde hay amor hay vida, y sigo apostando a cambiar algunas cosas para poder seguir disfrutando de las que más me gustan.

Marta Mattiussi

Dicen que en la vida siempre hay alguna situación que nos marca profundamente, una situación a partir de la cual las cosas ya no son iguales, algo que separa nuestras vidas en un “antes” y un “después”.  

 

Mi nombre es Marta Mattiusi, soy presidenta de Macma – Movimiento Ayuda Cáncer de Mama -  y tuve mi “antes y después” al enterarme que tenía cáncer de mama, una noticia que llegó a mi vida en junio del 2007, un mes antes del nacimiento de mi primera nieta, Delfina.

 

Recuerdo que en el inicio de mi “después” lo primero que sentí fue una profunda y honda tristeza porque no sabía que me pasaría. Estaba confundida, siempre me hacía mis controles periódicamente, y a pesar de ello la vida me ponía en esta situación: comenzar a lidiar con cosas desconocidas y nuevas para mí. Las cosas cambiaron mucho y de repente mi “después” era muy distinto a mi “antes”, y eso me daba miedo.

 

Pero mientras ocurría todo esto, en el cuerpo y en el alma, la vida transcurría. Recuerdo que una amiga me dijo: “las enfermedades tienen su origen en muchos factores, la sanación también tiene muchos caminos”. A eso me aferre, a desplegar todos los recursos, a confiar en los médicos y en los tratamientos. A confiar en la ternura infinita de mí marido, de mis hijos, de mi familia, de mis amigas y amigos, también a confiar más que nunca en Dios.

 

En esos momentos buscaba también el apoyo de otras mujeres y apareció Macma en mi vida. En este grupo de mujeres solidarias, valerosas, amables y entusiastas, encontré comprensión, cuidado y fortaleza. Pude mostrarme vulnerable, triste, esperanzada y cansada. Ellas me comprendían desde el lugar de quien ha pasado por lo mismo. Ellas me dieron herramientas valiosas para hacer frente a los momentos más duros de los tratamientos. Y de eso aprendí.

 

Hoy, luego de diez años, en el cuerpo y en el alma quedan huellas que afortunadamente nos recuerdan por donde anduvimos, lo fuerte que somos y nos invitan a poner la mirada en el disfrute y valorar cada cosa que nos ocurre. Hoy disfruto de la vida distinto. Al final, mi “después” no resultó tan malo como imaginé en junio de 2007. Hoy, además de Delfina, tengo cinco nietos más: Liz, Juana, Emilia, Juan Bautista y Luca. Ellos alegran mi vida, ellos hacen que mi “después” sea hermoso.

María Teresa Gagliardo

Mi historia: "Un camino de aprendizaje"

Breve resumen de mi vida y el paso por el cáncer de mama.

En 1986, antes de cumplir un año de casada, tuve un fibroadenoma benigno en la mama izquierda.

En 1987 pierdo un embarazo.

En 1989 me gradúo como bioquímica  y el mismo día soy mamá adoptiva de una bella niña; hija de mi hermano, su mamá falleció dos meses después de su nacimiento.

En 1993 nace mi único hijo biológico, mi ginecólogo lo llamaba bebé de oro, de tanto que nos costó ese embarazo.

En 1997 pierdo otro embarazo y a principio de 1998 me detectan cáncer en mi mama derecha. Pasé por una  mastectomía y quimioterapia. Luego controles regulares. Sin otra medicación porque no era hormonodependiente. Dos años después la reconstrucción.

Dejo mi profesión, comienzo con el REIKI y otras disciplinas (que me hicieron y me hacen muy bien) como la Biodanza. Sigo con los controles periódicos hasta que en el 2011 aparecen 3 nódulos en la mama izquierda; después de una resonancia magnética y biopsia negativa se decide esperar 1 año para el próximo control. Ese año me sentí paralizada.

En el 2011 se acerca a recibir reiki una paciente de MACMA y me cuenta de lo bueno del grupo de auto-ayuda. Inmediatamente me surgieron ganas de participar y ser voluntaria.

En el 2012 la biopsia dio positiva para 2 de los 3 nódulos. Carcinoma ductal infiltrante. Allí tomé la decisión de hacer la mastectomía en mi mama izquierda, con reconstrucción en la misma cirugía.

Gracias a la espera de ese año, mi biopsia fue a USA para hacer el test Oncotype DX (estudio genético para tumores hormonodependientes como el mío). El resultado fue que no necesitaba quimioterapia y sólo debía tomar tamoxifeno como terapia hormonal.

Ya pasaron tres años de comenzar el tratamiento y salvo "los calores" estoy MUY BIEN.

Por todo esto sigo sanando la relación conmigo misma.

 Hoy soy voluntaria en MACMA (Movimiento Ayuda Cáncer de Mama). Doy charlas de detección temprana a la comunidad. Coordinando grupos de pacientes logro reencontrarme con lo lindo y valioso de la VIDA. Compartir mi experiencia me hace muy bien.

María Cecilia Palacios

Palpé un bulto en el lado externo del seno derecho, al día siguiente estaba en el consultorio del ginecólogo, luego de revisarme me pidió que realizara una mamografía.

La mamografía mostraba la presencia de un nódulo, el médico me dijo que no me preocupara, que estaba todo bien, que era necesario controlar y que volviera a verlo al año siguiente con una nueva mamografía. Creo que es importante destacar que siempre fui una mujer consciente de hacerme los controles periódicos: dos pap's y una mamografía por año.

Al cumplirse el año, volví a sacarme una nueva mamografía, que mostró un cambio en la constitución del nódulo. Era necesario operar...

Mi pregunta fue:¿Por qué ahora, y no antes, un año atrás? ¿Por qué me hicieron esperar todo un año? ¿Por qué yo misma no consulté a otro profesional?......

Me sentí desesperada. Consulté a tres profesionales más, mastólogos, especialistas en patología mamaria. L os tres coincidieron en que era necesario operar.

Finalmente, me operé en Noviembre de 1994, tenía entonces 46 años.

Me hicieron una cuadrantectomía y vaciamiento ganglionar, extrajeron doce ganglios, de los cuales cuatro estaban comprometidos. Razón por la cual fue necesario hacer tratamiento de quimioterapia, radioterapia y luego tomar tamoxifeno durante 5 años ya que mi tumor era hormono-dependiente.

No lo podía creer...... Sentía que el mundo se me venía encima. Surgió la pregunta: ¿Por qué a mí? Mi ignorancia y despreocupación, me llevaban a pensar que estas cosas les sucedían a los demás, pero no a mí.¡Cuánta ignorancia y omnipotencia de mi parte!

Comencé con los tratamientos que me habían indicado. Perdí todo el pelo, las cejas y las pestañas también. Tenía un gran cansancio general. Sentía que mi agotamiento no era solamente físico sino también psíquico, un enorme estado de stress me acompañaba.

El apoyo de mi familia fue incondicional, en todo momento se ocuparon de mí; me alentaban, me acompañaban, me mimaban, me cuidaban, me protegían.

Pero a pesar de eso, tuve mucho miedo. Miedo a morirme....

Creo que por primera vez pensé en la posibilidad de mi propia muerte.

D arme cuenta de que era mortal, de que era finita. Siempre había pensado en la muerte como algo "a futuro" y ahora, esta situación límite a la que curiosamente la vida me había sometido, me permitía ver las cosas de otra manera, con otra profundidad.

Darme cuenta q ue la vida y la muerte son dos caras de una misma moneda.

Fueron momentos de grandes reflexiones, de una gran introspección, de comenzar a bucear dentro mío, de preguntarme qué es lo que realmente me importaba de la vida, qué es lo que realmente yo quería hacer de mi vida a partir de este momento y a medida que todas estas preguntas se iban haciendo carne en mí, comencé a darme cuenta de que necesitaba darle otro sentido a la vida.

Era fundamental el valorar "las pequeñas grandes cosas", aquellas de todos los días, las más simples y tal vez las más importantes, aquellas que por tenerlas tan cerca no las había valorado lo suficiente.

V ivir con otra intensidad, con otra calidad cada instante de mi vida.

V ivir el hoy , el aquí y ahora. S entir el perfume de la rosa hoy , no esperar a mañana, cuando tal vez la rosa ya se marchitó. D ecir un te quiero, hoy. Hacer una caricia , hoy.

Es a partir de este momento, que surgió en mi la necesidad de ayudar a otras mujeres que igual que yo, hubieran atravesado por la experiencia de padecer un cáncer de mama. Comencé a contactarme con algunas de ellas. Nos encontrábamos en las salas de espera, para realizar nuestras quimioterapias o radioterapias.

Nos reuníamos a tomar un café en algún bar y a charlar sobre nuestra problemática.

Me di cuenta de lo importante que era para todas nosotras, el compartir nuestras vivencias, nuestros dolores, angustias e incertidumbres, también nuestros progresos con los tratamientos y los cambios de vida que cada una de nosotras estaba intentando realizar. A medida que fue pasando el tiempo el grupo de mujeres que concurría a las reuniones del "café" era cada vez más numeroso. Esto me llevó a fundar MACMA (Movimiento Ayuda Cáncer de Mama) Asociación Civil sin fines de lucro, dedicada a ayudar y contener a mujeres con cáncer de mama. También comenzamos a dar charlas de concientización, para que la comunidad tomara conciencia y comprendiera la importancia de cuidarse, de no dejarse estar, de no postergarse, detectar precozmente un cáncer de mama es salvar la vida.

Era también necesario saldar una deuda conmigo misma de muchos años, relacionada con no haber terminado una carrera universitaria. Es así que paralelamente a los tratamientos y recuperación y a la constitución de MACMA, me anoté en la Universidad para estudiar la Licenciatura en Psicología. Hoy, me siento en paz y feliz de haber cumplido mi sueño. Cuando me entregaron el título sentía que la emoción inundaba todo mi ser. Otra batalla más ganada a la vida....

Esta situación límite que me tocó vivir, me permitió descubrir la maravillosa y nueva posibilidad de ayudar a otros, que en definitiva, es ayudarme a mi misma día a día.

Esto no quiere decir que me alegre haber pasado por lo que pasé, todo lo contrario, pero sí, tomar conciencia de esta nueva realidad de estar viva.

Mónica Rodriguez

Mi primer contacto con la enfermedad comenzó en el año 1998 con un diagnóstico de cáncer de ovario de mi madre  y esto desencadenó en un largo recorrido de tratamientos.

Corría el 2007 mi padre con alzheimer, me causaba conmoción verlo así porque no era él.

Un día de julio bañándome palpe un bulto en mi mama izquierda, me asuste y ahí pensé todo lo que me estaba pasando, dolor, angustia, "estrés ".Mis controles eran rigurosos por los antecedentes. Con mis estudios realizados voy al mastólogo, se visualizaba un nódulo de 4cm de forma regular. Programa la cirugía para ser la  biopsia y finalmente fue maligno. Vino el  tratamiento (quimioterapia rayos y tamoxifeno), la mastectomía también (extracción de la mama). Sentí mucho miedo, dolor, bronca e impotencia. Tiempo atrás acompañaba y hoy me tocaba a mí luchar.

No alcanzaba con la fuerza y el amor de mis hijos y mi marido, que se rapo cuando empecé el tratamiento me dijo vamos a estar peladitos los dos. Unos días antes de mi última quimio perdí a mi papa tanto dolor no sé cómo hice para sacar fuerzas desde mis fibras más íntimas.

Ahí apareció MACMA conocí a mujeres que compartíamos el mismo problema el grupo me ayudó mucho a superar el dolor, era mi espacio, después  tanta angustia  se convirtió en optimismo y la debilidad en fuerzas.                                                                                                                                                                                    

Luego de un tiempo comencé a colaborar en MACMA a devolver lo que me habían dado. Ayudar a otras mujeres. Con el tiempo comprendí que ayudando también me ayudaba y me hacía mejor persona. A través del tiempo seguí  con el mismo entusiasmo tratando de contagiar optimismo  a las mujeres que llegan con la misma angustia que todas llegamos, no es tarea fácil  pero de eso se trata MACMA NUESTRO LEMA ES SABEMOS QUE PODEMOS AYUDARTE Y LO HACEMOS CON AMOR Y PASIÓN.                                  

Victoria Bobbio

Mi nombre es Victoria Bobbio, tengo 32 años. 

Hace algunos años mientras daba de amamantar a mi bebé de un año y medio, sentí un bulto en mi mama izquierda. En ese momento era algo chiquito, pero igualmente acudí a mi médico obstetra ginecólogo quien me mando a hacer los chequeos de rutina. Para ese entonces mi papá, había sufrido un ACV, lo que nos tuvo a toda la familia durante diez meses de hospital en hospital.

Mientras tanto yo seguía sintiendo mi bulto, así que decidí volver a mi médico. El especialista sugirió una operación para sacarlo. En Agosto de 2010 después de dos años me operaron.

Lo peor vino después con el resultado de la biopsia. Me hicieron una cuadrantectomia con vaciamiento axilar de ganglios, donde no tocaron en absoluto la mama. El resultado confirmó que era un “Cáncer de Mama”. Sentí que me iba a morir, lloré mucho, no entendía nada. No sé bien a partir de qué, pero logré pensar en mis hijos y en mi marido, esto no me tenía que ganar. Empecé el tratamiento, hice cuatro sesiones de quimio, se me cayó todo el pelo. También hice cuarenta sesiones de rayos para completar el tratamiento. Traté de hacer todo lo que el médico me decía y de mantener el buen humor. Mi tumor no era hormonal. Creo que fue, junto al amor de mi familia, lo que me ayudó a salir adelante.

Por suerte, una amiga me contó de MACMA y llegué después de mi primer quimio. El contacto con otras mujeres fue lo mejor que tuve para salir adelante. Mi vida cambió y mucho. Trabajaba diez horas fuera de casa, y desde ese momento cambié todo...Empecé a trabajar de profe de gimnasia que es lo que me gusta. Me pude dedicar más a mis hijos y a hacer cosas que me hicieran bien y feliz!! 

El año pasado, para terminar de celebrar la vida, quedé embarazada! Al principio me morí de miedo...pensé que al bebé le iba a pasar algo, y que a mí también; hasta que fui a ver a mi doctor y me tranquilizó. 

Y así fue, la vida me dio una nueva vida, Hernán, nació el 16 de mayo siendo muy chiquitito pero fuerte y sanito. Todo el embarazo fue genial por eso pese a todo lo que pase estamos plenamente felices.

Mariela Soto

Mi nombre es Mariela Soto.Tengo 51 años, soy Lic. en Administración, me apasionan: la naturaleza, sacar fotos, viajar, leer entre otras cosas Mi historia de amor tiene 26 años, pero hace 6 que estoy casada. No tengo hijos, pero si sobrinos que amo.

 

Mi historia de salud empezó en Enero de 2001 cuando tenia 37 años y estaba planificando mi 1° embarazo, me hicieron una laparoscopia por una endometriosis, y ahi se descubrió que tenia un tumor entre el útero y el ovario izquierdo que no se supo que era hasta que después de interminables consultas medicas en Junio de ese mismo año me operaron y me extirparon un Linfoma NH. 

Cuando mis médicos estaban analizando que tratamiento debía recibir por el Linfoma me diagnostican Cáncer en la mama derecha. Ahi todo fue rápido, y el 21 de Septiembre tambien de 2001 me operaron, me hicieron una cuadrantectomía con vaciamiento axilar, ya que el gangio centinela era positivo.

 

Se me venía el mundo abajo! sentia que mis deseos de ser madre, mis proyectos, mi carrera profesional se desplomaban, me sentia dentro de un zamba, la vida giraba sin parar y yo como podia tenía que hacer pie.

 

Hice 6 ciclos de quimioterapia mas corticoterapia por el Linfoma y 40 aplicaciones de rayos. Empece con el Tamoxifeno y tuve una serie de complicaciones por las cuales debieron extirparme la trompa y el ovario izquierdo, y en 2004 fue la última operación. En 2009 termine con la medicación y con esto sentí que cerraba este capitulo en mi vida.

 

En 2011 celebré haber dejado atrás 10 años de enfermedad, superado este tiempo sin recidivas se supone que la probabilidad de volver a enfermarte es baja.

 

Cuando estaba haciendo la quimio me prometí que si salia viva iba a correr una carrera de aventura, empecé a entrenar con mucho esfuerzo, a correr carreras y me anoté para hacer el Cruce de los Andes en Febrero de 2013.

En Diciembre de 2012 me vuelven a diagnosticar Cáncer en la misma mama. La pesadilla había vuelto y con la cruel noticia que el unico tratamiento esta vez seria extirpar la mama. Lo primero que le pregunté a mi médica fue si me dejaba hacer la carrera que tanto habia anhelado y me dijo que si.

Sentía que tenia que ganarle de entrada a la enfermedad, que no podía permitir que me arrebatara mis sueños una vez mas, vi claramente era "la oportunidad" de hacerlo, no sabia lo que se podía venir.

 

Y me fui nomas para los Andes, durante 3 días corríamos de día y dormíamos en los campamentos en medio de la naturaleza, de las montañas. Iba corriendo feliz y respiraba profundo, tratando de llenarme de energía, de disfrutar plenamente ese momento.

Cuando volví  me hicieron la mastectomía de la mama enferma con muchos riesgos por tener la piel ya irradiada, y no pude zafar, me aplicaron los 6 ciclos de quimioterapia nuevamente.

Me esperaba otra noticia: mis médicos consideraban que era conveniente extirpar la otra mama por prevención. Una a favor: pudieron ese mismo año reconstruirme ambas mamas. 

 

Recibir el diagnostico de Cáncer es un cachetazo que te retumba en toda la cabeza, querés salir corriendo, pero adonde vayas el problema te sigue, sentis que se desarma tu vida, todo cambia. El tratamiento es duro, largo y agresivo...te sentis muy cansada y mal, y te ves pelada y deteriorada en lo fisico. Finalmente pasa...pero nada vuelve a ser como era, tenés que aprender a reubicarte a barajar y dar de nuevo.

 

Pero también me dejó una gran enseñanza: aprendes a no cargarte de preocupaciones por cosas menores o materiales, priorizas los afectos, valorás ir liviano por la vida disfrutando a pleno del momento, del hoy, te das cuenta que la vida es HOY. Revalorizas las pequeñas cosas,  cada dia que te levantas y estás bien es un regalo, hacés foco en lo que tenés y no en lo que te falta. 

El amor para mi fue fundamental mi marido Guillermo siempre acepto mi situación, mis cambios fisicos, mis limitaciones, su amor es incondicional.

 

Ayer volvi a correr 21km despues del temblor....y estoy felíz!

 

Siempre agradecí ser una mujer fuerte para ir superando todos estos inconvenientes sin perder la alegría ni el entusiasmo por la vida.  Necesito ayudar a través de mi experiencia a otras mujeres, que reciben ese primer diagnostico a superar los miedos, a sentirse acompañadas. 

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